Palermo, a 16 de abril, Domingo de Resurrección
Ahora era la ocasión de ver algunas de las cosas de Palermo que no pudimos ver el sábado pasado, especialmente el palazzo dei Normanni, que en su día fue también residencia de reyes aragoneses. Una antipática guía nos enseñó las dependencias palaciegas. Lo más importante es la Cappella Palatina, que no nos dejó ver una boda (o bautizo) con abundantes obispos, y los andamios que tapaban parte de sus impresionantes mosaicos. En el trono real aparece el escudo de Aragón.
Y para esta mañana de domingo nos quedaba la última de las visitas programadas: la catedral de Monreale, a unos pocos kilómetros de Palermo. Constituye el mayor logro del arte árabe-normando. Esta catedral es conocida por sus mosaicos dorados, por su claustro y por su bellísimo ábside.
La ilusión del grupo era comer una pizza, pero no había forma, las pizzas necesitan horno de leña y solo los encienden para la cena. Nuestra comida fue pasta con mejillones y de segundo, mejillones con mejillones, a algunos nos parecieron buenísimos. De postre esperábamos sorbete de mejillones, pero no fue así.
La tarde libre, para descansar, pasear por el mercado callejero e incluso para bañarse en el mar. Para cenar, los más ansiosos de pizza cumplieron sobradamente con su deseo, y eso que la cena en el hotel era de Domingo de Resurrección.
Por la noche, desde el hotel , merecía la pena contemplar el mar y las luces.
domingo
lunes
décimo día: el regreso
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