martes

cuarto día: Siracusa

Siracusa, a 11 de abril de 2006, martes
La tele es confusa sobre la derrota de Berlousconi.



Hoy no hay sesión de autobús, así que decidimos perder la comida en el hotel y deambular todo el día por Siracusa, además así tendremos ocasión de comer una pizza (todas nuestras comidas tienen pasta, eso sí, exquisita).


Como en el resto de visitas turísticas, también las entradas al parque arqueológico de la Neápolis las financiamos con nuestro fondo monetario, que administra María Pilar. Fer como estudiante y Manolo como profe tienen precio especial.

La oreja de Dionisio, cueva de gran altura, en la que la luz penetra hasta el fondo. Realmente esta cueva corresponde a los restos de una cantera (latomías), de las que los arquitectos de Siracusa extraían millones de metros cúbicos para sus construcciones. Las enormes cuevas fueron usadas durante siglos como prisión. El tirano de Siracusa, Dionisio, escuchaba las conversaciones de los presos allí encerrados, de ahí su nombre.



Teatro griego, grandioso, en piedra caliza blanca. En la parte superior hay una necrópolis formada por cuevas excavadas en la roca y en ellos una cascada que parece ser forma parte de los acueductos subterráneos de los griegos.

En la foto, Fer fue sorprendido por la mano de Arquímedes (el del "principio"), que dicen está sepultado en esa tumba.

Altar de Hieron, de impresionante tamaño donde se practicaban sacrificios. Dicen que en una ocasión se mataron más de 400 toros. Anfiteatro romano, excavado en la piedra.


Mauricio nos recomienda ver el Santuario de la Madona, moderna mole de cemento, con una extraña cúpula cónica.

En nuestro autobús nos acercamos a la isla de Ortigia, (unida por un puente) y que en todas las épocas ha constituido el foco de Siracusa.



El mar, el puerto, el paseo marítimo, el Castelo de Maniace, imponente y bien conservado castillo de la época de los aragoneses.

Duomo, extraordinarias columnas del más puro estilo dórico, restos de templo de Atenea sobre el que luego se construyó el Duomo. Curiosa techumbre de madera. Todo ello da al conjunto interior un aspecto grandioso, monumental y de gran solidez. La plaza de Arquímedes, la fuente de Artemisa.



No fue posible comer pizza, no es tan fácil, por un lado el restaurante tiene que tener un horno especial, por otro que esté encendido y esto último solo suele ocurrir por las noches. Pero la comida en aquella terraza con vistas al mar fue de lo mejor, especialmente los que probamos "spaghetti frutti di mare".

Pasear por callejuelas flanqueadas por palacios y casas señoriales, un paseo a la orilla del mar, e incluso bañarse (solo algunas), hasta llegar al templo de Apolo y tomar unos helados en una terraza.

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